Te suplico, dueña de mi ahora
remiendes bien los jirones de tu ausencia
no pierdas puntada en este ser desgarrado;
cada remiendo de mi piel cansada
es fruto de tu perdida presencia.
Resérvame un amor pequeñito
que yo sabré darle grandeza
dedícale un mínimo tiempo
a este sueño de dos;
y protege bien la semilla
que yo pondré empeño
en su tierno germinar.
Cada lágrima vertida
cada beso sin destino
cada abrazo sin materia
cada sueño sostenido;
darán vida y aliento.
Y para deleite y reposo de todos
verán que es verdadero este sino
que no es invento ni juego
tan sólo un designio divino
con el que nos tocó vivir.
Elías Soy
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